lunes, 1 de diciembre de 2008

Love Mexico City



COMO NO TE VOY A QUERER.

Qué difícil es hacer una carta a alguien que me produce tantos sentimientos encontrados; siempre he pensado, que cuando uno es incapaz de transmitir verbalmente lo que siente, ya sea por miedo, temor, timidez o cualquiera otra razón que se le ocurra, las cartas son la mejor manera de hacerle saber a ese alguien lo que sucede en nuestro corazón. Este es el caso de hoy y por eso te escribo esta carta: Ciudad de México, porque no tengo la posibilidad de decirte todo lo que siento por ti frente a frente como lo debería hacer todo un caballero; he tratado profundamente de buscar los caminos adecuados para poder encontrarme contigo y decirte lo mucho que te quiero, lo mucho que te pienso, lo mucho que te extraño cuando no estoy contigo; te he ido a buscar al Sur, en tus canales maravillosos de Xochimilco dónde las nenúfares, las flores y los lirios me dicen que no estás ,que no has venido; he ido hasta el Norte donde ahí los Indios Verdes vigilan mi llegada avisando a sus colonias y sus barrios que hagan fiesta, que pongan puestos de pambazos, que de las blancas harinas forjen los buñuelos con su dorada miel, que tapen tu mirada con la rueda de la fortuna , el puesto de tiro al globo y sus largas procesiones donde llevan a pasear a sus santos y todo esto nada mas para esconderte, para ocultarte, para no dejarme platicar contigo; me he paseado por las noches por los barrios de Tacuba y me he subido a los arboles que tristes desde hace quinientos años te han consolado y te han visto sufrir por todos aquéllos, que como yo, te hemos tratado de olvidar; bueno, pues hasta los rumbos del Oriente he corrido a ver si de casualidad una tardecita te sorprendo jugando entre los bosques de Aragón; y que te digo, nada, nada de nada que te encuentro Ciudad querida; yo sé que muchas veces te he fallado, que te he faltado, que no he estado cuando más me necesitas y sé también que eso es tremendamente injusto, tú estuviste ahí cuando yo nací y me diste un amanecer maravilloso liberando los cielos de nubes y de polvos para que mi primer mirada fuese hacia los volcanes del Popocatépetl y el Iztlaccihuátl que como padrinos de lujo me dieron la bienvenida a esta mi Ciudad tan querida; tú estuviste todo el tiempo mientras me veías crecer en aquel barrio de tradición y abolengo que era la colonia Guerrero, con sus dulces tradicionales, el mercado de Martínez de la Torre, el tepache y los taquitos de birria que nunca me permitías comer –no sé por qué- pero cada vez que me proponía irme a comprarlos mandabas una lluvia tan intensa que quizá algo les sabías a esos taquitos; tú me viste jugar en los parques y jardines de Chapultepec, ese Chapultepec que acogió a los hijos de la Nación en el majestuoso Castillo de Maximiliano y Carlota que combatieron hasta la muerte a tropas y ejércitos enemigos de tu tierra y esos días-me acuerdo- mandabas días llenos de sol para que con mis hermanos nos cansáramos más rápido, malvada que eres, pero si bien que me acuerdo, querida Ciudad mía, recuerdo que cuando estudiaba, juntos empezamos a crecer y también empezamos a cambiar; ya vivía yo ahora en la colonia Obrera colonia también, como todas las tuyas, llena de tradición, llena de historias de amores y desamores y para serte franco, a mí nunca me tocó ver nada malo, extraño o violento, como ahora todos esos que te envidian y te quieren ver destruida se lo gritan a todo el mundo; espero que todavía te acuerdes de mi calle del Niño Perdido aquélla que convertiste en una callesota que ahora la llamas el Eje Central; igualito que a mí me convertiste en un buen hombre, en un buen hijo, en buen hermano, en un buen ciudadano porque siempre tuviste para mí las escuelas y las universidades que me prepararon durante tantos años para hacer de mi persona alguien de bien; me permitiste siempre subirme a tus camiones y a tus primeras peceras que te acuerdas, eran como cocodrilos y sí cobraban un varo y me llevaban a la escuela, a jugar, a ver a mi chica, por cierto, no me casé con ella me quería por mi dinero, loca interesada ja ja, la verdad se fue con el otro que ese si tenía lana, pero eso también es algo que siempre te agradeceré que nunca viste si yo era rico, pobre, listo o tonto siempre me trataste igual que a todos, ni más ni menos siempre has sido justa con todos los que ingratamente ahora vivimos de ti y en ti.

El dolor de la ingratitud en verdad llena y entristece mi corazón; tú no me enseñaste a ser así, tú que cuando viajábamos me repetías que no escuchara los insultos, las blasfemias, las ofensas que de tus hijos en otras ciudades, en otros estados nos hacían cuando las visitábamos, tú que me enseñaste a ser educado, amable, gentil y hospitalario con todos aquéllos que se tomaban la molestia de venir a vernos, de gastar su dinero que podrían haber gastado en otros lugares y, en cambio, venían a dejarlo en nuestra Ciudad para que pudiésemos seguir creciendo y desarrollándonos; tú que me enseñaste a tener buen corazón porque tú tienes un gran corazón, un corazón dónde caben todos, los de Puebla, los de Oaxaca, los de Sonora y los de Yucatán también; tú que le ponías más agua a los frijoles para que pudiésemos comer todos cuando ya en estos terribles años pensábamos que no nos alcanzaba el gasto y así de a poquito, pero para todos, fue como nunca dejaste que a nadie le faltara; tú que me mostraste siempre el camino de la oportunidad de salir, de viajar, de ir a ver otros lugares, otros países, otras costumbres para que no pensara yo que tú eras la única, la inigualable, la vanidosa y presuntuosa gran Ciudad, que pretendía tenerme por siempre entre su faldas y cobijada por su rebozo del mercado de San Juan; pues ahora, regreso, regreso de aquel viaje al que mandaste, al que me invitaste, al que me provocaste realizar, sí, si fui y, pos ya vine, vine no porque me lo hayas pedido, porque sé que nunca me lo pedirías y menos me reclamarías y me echarías en cara todas las cosas que tan generosamente me has dado a través de mi vida, vengo porque te extraño, porque te quiero, porque no puedo vivir sin ti, sin tus barrios de San Ángel, Tlalpan, Tacuba, Tacubaya y Coyoacán que como altiva muestra de la arquitectura colonial fueron testigos fieles del paso de españoles, criollos y mestizos; no puedo vivir sin tus parques, sin tus cafés y restaurantes de vanguardia internacional de la colonia Condesa, porque no puedo dejar de pensar por más que me he esforzado en esos atardeceres tomando café en la calle de Tacuba de tu Centro Histórico pletórico de edificios. calles y callejones de impresionante belleza que albergan atrás de sus portones la vida y la historia de todo el país y sobre todo que guarda en sus vestigios del Templo Mayor el corazón de todo nuestra cultura prehispánica, de las frías mañanas de diciembre corriendo a la Alameda Central a tomarme la foto con Santa y con el tonto de Baltazar que nunca me trajo mi trompo del mercado de la Ciudadela, uno de los mercados más impresionantes que pudiese tener el mundo entero, lleno de sentimiento y expresión de nuestros artesanos de todo el país, todo esto ante la mirada de asombro de todos aquellos miles de extranjeros que duermen en sus hoteles de lujo con vista al parque (que Central Park ni que las hilachas) esperando la llegada de la mañana para salir de prisa a realizar sus asuntos de negocios que tanto y tanto se desarrollan en las lujosas oficinas que decoran todas tus calles y avenidas ; regreso porque no puedo vivir sin pensar que fuiste tú la causante de toda mi vida, me presentaste a mi novia la cual después fue mi esposa, alumbraste los madrugadas con unas lunas maravillosas para que mis hijos tuviesen la oportunidad de mirar de noche la lluvia de estrellas que presurosas caían del cielo buscándote para adornar el vestido que habías elegido para recibir a mis hijos; regreso porque los noches son eternas sin el olor del chocolate y los churros del restaurante El Moro y los mañanas son insoportables sin tu dulce aroma a hierba mojada que baja de los bosques del Ajusco; regreso para trabajar con toda mi alma y toda mi fuerza por ti y para ti, para demostrarte que no soy un mal agradecido, para demostrarte que yo sí me acuerdo, para demostrarte que sí te quiero; es tiempo ahora de agradecerte con mi amor y con cariño todo aquello que con tu esfuerzo, tu sudor y hasta a veces con tu dolor hiciste por mí; es tiempo ahora de agradecerte la inmensa satisfacción y orgullo que me da andarme paseando por ciudades y por países y decirle a todos que orgullosamente soy nacido en la Ciudad de México, la ciudad que tiene el más grande corazón de todas las ciudades del mundo chicas, medianas, grandes, pobres o ricas y que es, sin duda, la más linda entre las lindas. Ahora he regresado para recordarles a todos esos que como yo la memoria habían perdido, que habrá que luchar todos juntos por ti, por todo lo que tú nos diste, pelearemos por sacarte de la cama, me han dicho que estás enferma ¡No! Solo descansas, me han dicho que te has vuelto loca ¡No! Estás creando ideas; me han dicho que te has vuelto vieja y achacosa ¡No! Simplemente eres alguien de experiencia y con ideales definidos.

No llores amada mía, permíteme enjuagar tus lágrimas en mis trapos que visten mis carnes desagradecidas por haberme olvidado, por haberme alejado, por haberme vuelto lo que nunca fuiste conmigo ni envidiosa, ni codiciosa, ni ambiciosa; sé que nunca es tarde y que como buena madre perdonarás todos mis errores y todas mis tonterías, prometo firmemente que iré a la Villa de Guadalupe como millones y millones de personas que vienen de todas partes del continente y rogaré a la Virgen darme la fuerza necesaria para luchar por ti porque hasta la virgen escogió tus tierras para quedarse a vivir y desde aquí cuidar y velar por todos los mexicanos; te prometo, ciudad mía hacer todo lo posible por levantar el ánimo de todos aquéllos que como yo queremos verte nuevamente reluciente, bien peinadita, bien vestidita, bien maquillada, como toda la dama que siempre has sido con ese porte, con esa altura, con esa feminidad que enamora y hechiza a todos los que te visitan. “Sonríe Malvada, que tus hijos regresan” y vienen todos, con la idea firme de ver a su madre, de visitarla, de abrazarla y de besarla como ella lo hizo con todos nosotros durante todos esos años de crecimiento; hay tiempo, y el tiempo también está de nuestra parte, no habrá espacio ni resguardo, ni cuartel para todos aquéllos que quieran nuevamente ensuciar tú imagen; no habrá resguardo para aquéllos que quieran seguir blasfemándote y levantándote falsos, hoy el compromiso será de callarlos, de silenciarlos, de demostrarles lo ciegos y lo equivocados que están; para que aprendan a quererte, para que aprendan a valorarte, para que sepan que están frente a una dama y a una dama siempre se le tendrá que ofrecer y brindar respeto.

Querida Ciudad de México pero, “CÓMO NO TE VOY A QUERER, SI AQUÍ NOS TOCÓ VIVIR” y como te decía al principio de esta carta ya habrá tiempo de volver a mirarte a los ojos y sentarnos juntitos a las faldas del ángel que vestido siempre de gala con su ropas doradas celebra todos los días la entrada triunfal del ejército trigarante, el cual nos dio la independencia sobre el gobierno de España ya hace de eso casi doscientos años, y ahora nos mira cínica y alegremente, para recitarte muy cerquita de tu oído aquella maravillosa canción de Consuelito Velásquez que me cantabas todas las noches antes de dormirme: “Bésame Mucho” quizá a sabiendas que pronto partiría y por eso me pedías que el beso que te diera fuera como si “fuese esa noche la última vez” , ángel mustio que desde lo alto de Reforma lanzó un grito a todos los rincones del mundo para que todos los hijos pródigos de esta gran ciudad regresemos a estar contigo, regresemos a “La Ciudad que nos Vio Nacer”.

Gracias Ciudad de México, gracias mil por mí, por mis hijos y también por mis nietos que ahora les enseño cabalmente todo aquello que de tus labios aprendí; hoy únicamente quise escribirte una carta porque sé que eres la ciudad que todo el mundo debería visitar por lo menos una vez en su vida, porque eres la Ciudad de los Palacios, porque eres la ciudad que tiene el corazón más grande del planeta que le da cariño y amor a millones y millones de seres humanos y eso, alguna vez todos tendrían que experimentarlo, que ninguna ciudad como tú contiene y retiene en sus entrañas la vida y la historia de un país entero, que de no haber nacido aquí me hubieses tenido que adoptar, así pues mi ciudad querida aún no tengo el valor de mirarte de frente pero sí tengo el corazón para decirte Te Amo.

Con toda la fuerza de mi amor por ti.